El consumo de proteínas es la clave para un crecimiento correcto

Crecimiento y nutrición son dos procesos biológicos estrechamente relacionados, hasta el punto de que, a escala planetaria, la malnutrición crónica es la causa más frecuente de hipocrecimiento. Por el contrario, el consumo de una dieta más rica en calorías y proteínas ha sido uno de los factores responsables del aumento de talla y de la aceleración del ritmo madurativo que se ha producido en los países industrializados en los últimos cien años.

La nutrición actúa sobre el crecimiento a través de dos mecanismos fundamentales: de una manera directa, mediante el efecto que el aporte de sustratos energéticos y moléculas con funciones estructurales tiene sobre el metabolismo celular, e indirectamente a través del sistema endocrino. Aunque todas las hormonas participan en la acción reguladora de los nutrientes sobre el crecimiento, los más directamente implicados son la insulina y el eje de la hormona de crecimiento.  Desde hace tiempo se sabe que en los cuadros de malnutrición hay una detención o enlentecimiento de la velocidad de crecimiento y niveles bajos del factor de crecimento similar a la insulina (IGF-I), a pesar de encontrarse en suero concentraciones elevadas de hormona de crecimiento,lo que permite concluir que la hiponutrición provoca una alteración del mecanismo regulador de la secreción de hormona de crecimiento y crea una situación de resistencia a la misma. Así como en los cuadros graves de malnutrición proteico-energética es fácil relacionar el déficit energético y el aporte proteico insuficiente con la alteración del crecimiento, en las formas de malnutrición moderadas, no resulta fácil separar el efecto desfavorable del aporte calórico insuficiente del debido al déficit de proteínas o de determinados micronutrientes.
En un estudio diseñado para definir el papel de los distintos componentes de la dieta en la regulación del IGF-I, se demostró que tanto la energía como el aporte de proteínas son necesarios para mantener niveles normales de la hormona y los factores de crecimiento, pero que la primera es más importante ya que facilita la utilización eficaz de cantidades muy pequeñas de proteínas. Por el contrario, si no se aporta un mínimo calórico estimado en 12 Kcal/kg/día, estos se mantienen bajos a pesar de que la dieta contenga una cantidad  normal o elevada de proteínas.

En relación con los nutrientes esenciales se sabe que, tanto en la clínica como en modelos animales e incluso en las plantas, la carencia en distintos micronutrientes, si es lo suficiente intensa y prolongada, repercute sobre el estado de nutrición y el crecimiento en longitud. Existen, sin embargo, diferencias esenciales en las manifestaciones que provoca la deficiencia de cada uno de ellos. La alteración del crecimiento en unos casos es una manifestación precoz y constante, mientras que en otros es un síntoma secundario que aparece tardiamente lo que ha permitido clasifi carlos, de acuerdo con la repercusión que su carencia tiene sobre el crecimiento, en dos grupos: tipo I y tipo II . La respuesta a la deficiencia de nutrientes de tipo I se expresa por signos carenciales específi cos sin afectación primaria del crecimiento.

En el caso de los nutrientes de tipo II, la manifestación inicial es la detención del crecimiento. Aunque el selenio y el zinc son los nutrientes que mejor ejemplifi can ambos tipos de respuesta, también el resto de los oligoelementos, vitaminas y aminoácidos esenciales pueden ser incluidos en cada uno de los grupos y si el aporte de energia, proteinas y/o micronutrientes del tipo II se reduce por debajo de ciertos límites, el mantenimiento y la síntesis de nuevos tejidos llegan a hacerse competitivos y se asiste a una detención del crecimiento y retraso de la maduración, que será más precoz e intensa cuanto mayor sea la velocidad de crecimiento en el momento de producirse la carencia y, por consiguiente, los períodos de máximo riesgo serán el período de lactante y la pubertad. Afortunadamente, el organismo es capaz de recuperar el retraso si se instaura una dieta normal. La posibilidad de que la recuperación sea completa estará en función del déficit de crecimiento acumulado, que a su vez dependerá del grado de carencia y, sobre todo, del tiempo que se ha mantenido la alimentación deficitaria .

Via La Razón
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