La relación entre la luz y el día, la luz del sol, la luz
natural y el sueño es un hecho del que somos poco conscientes, nunca habíamos
oído o nunca nadie nos había dicho que la luz influye de forma decisiva en la
secreción de melatonina, un factor importante del sueño.
No hace falta
explicar que la melatonina se genera en la glándula pineal, situada en el occipucio y que
determina la función del sueño en el ser humano. De hecho, cuando viajamos a un
país cuyo desfase horario con respecto al nuestro es de varias horas, el
consumir un suplemento de melatonina en cápsulas, grageas o en la forma que
fuere, contribuye y ayuda a equilibrar y regular más rápidamente nuestro reloj
biológico y a combatir el tan molesto jet lag.
Pero no es de esto
de lo que hoy quisiera tratar, sino del efecto que tiene la luz sobre el
descanso de los niños pequeños, y más todavía de los recién nacidos. Se ha
experimentado en la Universidad de Liverpool durante varios días consecutivos
con bebés de seis, nueve y doce semanas. Los que fueron expuestos a la luz
entre las doce del mediodía y las cuatro de la tarde durmieron mejor durante
las noches. Tradicionalmente se ha sacado a pasear siempre a los niños en torno
a ese horario, probablemente sin saber que además de las vitaminas y otras ventajas
que la luz solar puede tener sobre el niño, también, y por añadidura, se le va
a favorecer a que más tarde pase una buena noche, tanto el pequeño como los
padres, claro, que a veces, se encuentran con el problema de una noche en vela
tras otra, porque el recién llegado a la familia anda desvelado y allí no
duerme nadie.
Este hallazgo viene a demostrar una vez más que
la sabiduría popular no es ninguna bobada, y que si en las horas centrales del
día siempre se vieron por la calle paseando cochecitos de bebés empujados por
la madre, el padre o, ahora, más recientemente, por los abuelos, es porque la
intuición ha llevado a hacerlo a quienes ignoraban que, por añadidura, se iban
a encontrar con una ventaja más.